viernes, 6 de abril de 2012

Subrrealismo

Surrealismo comenzó en el siglo XV y XVI, pero su momento cúlmine fue en siglo XX, no solo afecto en lo artístico sino también en lo filosófico. La segunda guerra mundial tuvo un papel muy importante ya que muchos otros artistas, debieron marchase a los EE. UU. Allí surgió una asociación de pintores surrealistas alemanes y franceses.
Los artistas de ésta época plasmaban en sus obras el subconsciente, lo que está mas allá de la razón, escenas extraordinarias en medio de un fondo vacío. Lo que querían representar era sus emociones, pero desde un razonamiento no lógico. Varios artistas dibujaban las distintas partes de una figura o de un texto sin ver lo que el anterior había hecho pasándose el papel doblado. Las criaturas resultantes pudieron servir de inspiración.
El surrealismo tomó del dadaísmo algunas técnicas de fotografía y cinematografía así como la fabricación de objetos. Extendieron el principio del collage al ensamblaje de objetos incongruentes. Se utilizó el frottage, dibujos compuestos por el roce de superficies rugosas contra el papel o el lienzo.
Algunos de los artistas más conocidos son:
Salvador Dali:
Genial artista catalán, uno de los máximos exponentes  del surrealismo que desarrolló en multitud de facetas: pintura, grabado,  orfebrería y decoración. Como buen “catalán universal” difundió sus ideas por medio mundo, manteniendo sin embargo un profundo apego a su tierra natal.
Su obra se ha relacionado con frecuencia con el subconsciente y el psicoanálisis ya que acostumbraba a plasmar en ella sus obsesiones.
La persistencia de la memoria



En La persistencia de la memoria los relojes se deshacen, quizá hastiados del tiempo, o de sí mismos, y lo hacen sobre la rama muerta de un árbol, sobre una cabeza disparatada que finge dormir, sobre una mesa que se cuadra obediente hacia al punto de fuga. Cada reloj marca una hora, como si la manía circular de cada uno de ellos mantuviera una postura distinta acerca de la hora exacta.Si el tiempo es curvo, que lo sean también los relojes: liberémoslos de su cuadratura circular.
Pero llegó más allá, hay otro reloj en el cuadro. Uno de mano de los que ya no necesitamos porque la hora la llevamos en el teléfono móvil. Y está cerrado, y una reunión de hormigas se reparten el espacio que esperamos que ocupen las manecillas y los números. No, este reloj no es para marcar la hora, es un reloj de lo pequeño, de lo muy pequeño, un reloj cuántico en el que el tic tac habitual ha sido sustituido por los traqueteos de las patas de las hormigas sobre el metal: seis patas por hormiga, seis segundos, entonces, a la vez, múltiples posibilidades en una sola tirada. Y ahí andan, en efecto, los físicos cuánticos intentando comprender cómo es posible que un electrón esté en dos sitios al mismo tiempo o se cuele por varios agujeros simultáneamente. Y no encontrarán la respuesta, de ningún modo, hasta que se tomen el día libre y se den una vuelta por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde se encuentra expuesta La persistencia de la memoria, como un catecismo mudo de la modernidad, callado, a la espera de que las grandes mentes se detengan a comprenderlo.
Los dos tiempos, las dos clases de tiempo, el de lo muy grande y el de lo muy pequeño, en un mismo cuadro. Y constituyendo un tiempo único, personalísimo, hasta el punto de que el título del cuadro no alude el propio tiempo, sino al que nos importa a cada uno: el de la memoria. Un tiempo sentimental, por lo tanto, y desgastado, y comestible, y emocionado.
 
Vertumnus

No hay comentarios:

Publicar un comentario